El control de las densidades de población cinegética en caza mayor, especies como ciervos, jabalíes, gamos o muflones, es fundamental para mantener el equilibrio y la salud del medio natural. Las poblaciones cinegéticas, si no se gestionan adecuadamente, pueden llegar a niveles que generan un impacto negativo en los ecosistemas, afectando a la flora, la fauna y a la propia población cinegética.
Cuando la población cinegética sobrepasa la capacidad de carga de un ecosistema, se intensifica la presión de pastoreo, que lleva al agotamiento de los recursos vegetales y a la degradación del hábitat. Disminuyendo la regeneración natural de los montes, alterando la estructura de las comunidades vegetales, haciendo que desaparezcan plantas más débiles en favor de otras más fuertes, como la jara.
El jabalí, se alimenta en épocas de escasez levantando el suelo y buscando semillas y raíces. El ciervo, puede incluso dañar el arbolado, ya que ramonean intesamente y frotan sus cuernas contra los troncos cuando están en correa. De este modo, la biodiversidad se reduce y el equilibrio se rompe.
Todo ello afecta a la salud de la propia fauna cinegetica y al resto del ecosistema.
La sobrepoblación impacta también a las actividades humanas. En muchas áreas, las densidades elevadas de ciertas especies, como el jabalí, generan conflictos debido a los daños a la agricultura y los riesgos de colisión con vehículos. Problemas con repercusiones económicas y de seguridad, que afectan a la convivencia entre poblaciones humanas y fauna silvestre.
Una densidad cinegética excesiva incrementa la probabilidad de transmisión de enfermedades, tanto entre los propios animales como hacia otras especies, incluyendo al ganado doméstico e incluso a los humanos. Ejemplos son la tuberculosis bovina o la peste porcina. Por tanto, una gestión de población adecuada es clave para prevenir brotes epidémicos y proteger la biodiversidad y salud pública.
El control de las poblaciones cinegéticas debe basarse en principios de sostenibilidad y gestión adaptativa. La caza regulada, como herramienta de gestión, puede ser efectiva para reducir densidades excesivas y mantener las poblaciones dentro de límites sostenibles. Además, es esencial implementar medidas de control continuo, investigación científica y políticas de manejo integradas, que consideren las características específicas de cada ecosistema y las necesidades de conservación.
Los daños producidos a la vegetación son más lentos de revertir que la recuperación de una cabaña ganadera, por lo que recomiendo mantener poblaciones incluso por debajo de lo establecido.
Un exceso de población que favorezca la aparición de una epidemia causará un perjuicio que costará muchos años amortizar. Asimismo, el exceso de población es inversamente proporcional a la calidad de los trofeos.
En conclusión, es necesario desarrollar un plan basado en criterios técnicos y adaptado a cada explotación, para optimizar los resultados económicos y mantener el equilibrio del hábitat.
En mi siguiente blog, entraré en detalle de las actividades que realizamos en Grupo Rutas para lograrlo.